Lucas 1:5-25
INTRODUCCIÓN:
Empecemos por definir la palabra alumbramiento: Dotación de luz y claridad, parto o nacimiento de un bebe, creación de una obra de la mente humana. Alumbramiento es dar vida donde hay muerte.
Lucas introduce la historia de Juan con palabras casi tan majestuosas como las que reserva para Jesús, debido a que Juan fue el mayor personaje de su generación (Lucas 7:28). Sus padres eran fieles en la religión judía de la época.
Zacarías (“Jehová se ha acordado”) era sacerdote de la división de Abías, una de las 24 órdenes que conformaban el sacerdocio de Aarón, división que había sido efectuada por el rey David. Este hecho está explicado en 1 Crónicas 24:1, 4, 10. Después del cautiverio regresaron a Israel solamente cuatro divisiones o repartimientos de sacerdotes (Esdras 2:34–39). Las cuatro divisiones que regresaron fueron subdivididas a su vez en veinticuatro divisiones, como había sido originalmente, reteniendo el nombre original de cada una de ellas. La de Abías era la octava (1 Crónicas. 24:10). Cada clase cumplía su deber por dos semanas en el año y muchos sacerdotes pasaban el resto del tiempo lejos de Jerusalén en ocupaciones seculares. El incienso era ofrecido dos veces por día y la elección del individuo que lo ofrecería en el lugar santo se fijaba echando suertes. Ningún sacerdote podía tener el honor más de una vez en la vida y muchos ni siquiera tenían la fortuna de llegar a ser elegidos. El sacerdote entraba solo y ofrecía el incienso, mientras el pueblo esperaba afuera en actitud de oración hasta que reaparecía y los despedía con una bendición.
El ministerio de estas órdenes consistía en la atención del servicio entero del templo durante una semana.
En este párrafo se relata la tarea del sacerdote de turno, Zacarías, que había sido sorteado para ofrendar el incienso, que era la principal tarea y se llevaba a cabo juntamente con otros dos sacerdotes, ya que la atención semanal estaba a cargo de tres sacerdotes para derramar el aceite sobre los carbones encendidos. En este acto, mientras subía el humo, hacían oraciones de intercesión por el pueblo. También quitaban las cenizas del servicio anterior, entraban con los carbones encendidos, que eran sacados del altar de holocaustos, y realizaban su tarea. Este servicio que era la parte central de la liturgia, era considerado la misión más distinguida del ministerio.
Elisabet (“Dios es mi plenitud”) también pertenecía a la clase sacerdotal de Aarón. Aunque los sacerdotes podían casarse con mujeres de otras tribus era muy adecuado y loable que se casaran con mujeres de su misma clase sacerdotal.
Otra particularidad destacada del matrimonio de Zacarías y Elisabet era su condición de matrimonio consagrado, dedicado al sacerdocio. Esta virtud era muy especialmente apreciada en el testimonio personal, ya que al guardar los mandamientos conjuntamente, mostraban su carácter moral y al hacerlo con los preceptos o ceremonial del sacerdocio, expresaban su dedicación completa al ministerio del Señor.
Zacarías y Elisabet era un matrimonio sin hijos. En las Sagradas Escrituras vemos que hay otros matrimonios especiales, con características parecidas de dilatadas esperas de un hijo. Notamos que la ansiedad de la espera, deja posteriormente paso al descanso en Dios, a una fe madura, muy necesaria para aportar a sus hijos, cuando finalmente llegan, brindando la educación y el ambiente espiritual necesarios para hijos que tendrán un notable desarrollo espiritual e importantísima misión.
Abraham y Sara, Elcana y Ana, tuvieron dificultades similares a Zacarías y Elisabet. Posteriormente sus hijos, Isaac, Samuel y Juan, nos muestran que la anhelada espera de personas consagradas a Dios tiene muchas veces una recompensa muy especial.
En el versículo 25 se nos dice que Elisabet, quien quedaría recluida por cinco meses antes de tener su hijo, dio testimonio de la bondad de Dios “al quitarme mi vergüenza que yo tenía ante los demás”. En tiempos bíblicos se consideraba un castigo de Dios al hecho de no tener hijos, y la sociedad despreciaba a las mujeres estériles. Sin embargo niños con vocación especial nacían a menudo, de tales mujeres a avanzada edad, como ya lo hemos mencionado.
De pronto un ángel hace su aparición en la rutinaria actividad de un sacerdote. El ángel Gabriel, cuya autoridad, como la de todos los ángeles, proviene de su relación con Dios. La palabra ángel proviene del griego “angelos” y es mencionada en el Nuevo Testamento ciento sesenta y cinco veces. En el Antiguo Testamento es usada la palabra “malak” que aparece 108 veces. En ambos casos la correcta traducción a nuestro idioma es “mensajero”
Gabriel es uno de los dos ángeles en la Biblia que son nombrados. El otro es Miguel, el ángel guerrero. Gabriel como ya lo había hecho antes y lo haría posteriormente con María, tiene la gran tarea de dar la palabra de esperanza y de buenas noticias, ya que en Lucas 1:19 se identifica a sí mismo como mensajero de buenas noticias.
Gabriel, el ángel del Señor, que se dedica a explicar o revelar, o aclarar las visiones que Dios muestra al hombre, se le presentó a Zacarías en el momento preciso, el de más importancia en su función como sacerdote, cuando debía quemar el incienso. El destinatario de su mensaje era alguien que podía entenderlo porque conocía sobradamente la enseñanza de que Elías o alguien de similares características precedería al Mesías tan esperado en su venida.
La sorpresa y lógico temor que tuvo Zacarías podía ser soportado porque además de conocer las escrituras y el espíritu de éstas, tenía como sacerdote, la experiencia de tratar con lo sobrenatural y sagrado.
Después de 400 años de silencio, de vicisitudes muy especiales, de luchas, derrotas y victorias, donde no había habido ningún tipo de revelación, cuando el cansancio espiritual agobiaba a las personas que esperaban en Dios, cuando el pueblo estaba dividido en sectas, dominado después de luchas por su independencia por un imperio completamente ajeno, una luz se hizo presente. Lo milagroso, la revelación, de Dios, característica del pueblo de Dios, volvió a iluminar en la tierra.
Inesperadamente lo milagroso se presentó a un sacerdote que esperaba la revelación de Dios. También, juntamente con su esposa, esperaba un hijo que a pesar de los años no venía. Cuando la esperanza se había debilitado, cuando quedaban pocas ilusiones, aparece Dios.
Parece una constante, que cuando los hombres flaquean, cuando están en su punto más débil, cuando no hay ánimo, por lo general es cuando comienza el tiempo de Dios.
Es una forma del estilo de Dios en su trato con el hombre, tan acostumbrado a valerse por sí mismo, a tomar la iniciativa. Tal vez nos ahorraríamos muchas ansiosas esperas si esperáramos más confiadamente, como niños, en nuestro Creador y Redentor.
EXPERIENCIA MILAGROSA DE UN SACERDOTE
Zacarías.
Sacerdote calificado
En ejercicio de sus funciones
Conocía las escrituras
Tuvo temor
Manifestó sus dudas
Tuvo una prueba en sí mismo
La experiencia culminó en adoración a Dios.
LAS VISIONES SOBRENATURALES DE LA REVELACIÓN DE DIOS SIEMPRE CAUSAN TEMOR Y SORPRESA
Las buenas noticias siempre son causa de gozo y alegría y han sido la causa del regocijo de muchos por el nacimiento de alguien que como Juan, en el medio del desierto, la soledad y la desesperanza (y no hay nada más desolador para cualquier pueblo que no tener esperanza) anunciaría la llegada del mismo Dios entre los hombres.
El nombre Juan significa: “el don de la gracia de Dios”.
Esta gracia que Juan tendría le sería muy necesaria para, entre otras cosas, cumplir con una de las expresiones exteriores de ser apartado o consagrado para una misión oficial tan importante del Reino de los Cielos que requería una persona muy especial, para anunciar al Hijo de Dios. Con una preparación especial en el orden espiritual y una consagración particular como era la de no beber vino ni sidra, una de las expresiones del “Nazareo” que eran personas que por su llamado o vocación espiritual se apartaban de los placeres del mundo para dedicarse sin reservas al servicio divino.
De los votos de Nazareo se habla en Números 6:3, consistía en que nada infamante para el cuerpo cruce por los labios del que hacía los votos.
No tomaban vino ni sidra, tampoco podían cortarse el cabello dejándolo crecer por toda la vida, y evitaban la contaminación de cuerpos muertos. Así como el leproso era un símbolo viviente del pecado, lo era el nazareo para la sanidad. Estos votos podían ser temporales, por un mes, o por toda la vida y eran voluntarios para aquellas personas que buscaban su consagración especial al servicio de Dios.
Sansón (Jueces 13:7), Samuel (1 Samuel 1:11) y Juan el Bautista fueron nazareos o apartados desde su nacimiento.
El precursor del Señor Jesucristo fue una persona que llevó a la perfección sus votos de nazareo, santo, inocente, limpio y apartado de los pecadores.
Lo más importante que Gabriel le dijo a Zacarías fue que Juan sería lleno del Espíritu Santo aún desde su nacimiento. En el versículo 67 de este mismo capítulo nos muestra que Zacarías sabía qué significa ser lleno del Espíritu Santo. Esta dotación especial y espiritual del Espíritu Santo es la misma que recibieron los apóstoles en el día de Pentecostés. Esta investidura espiritual le sería sumamente necesaria a Juan para cumplir con la tarea que se le había encomendado. También este hecho de estar o ser lleno del Espíritu Santo es imprescindible para cualquier persona, que llamada por Dios, deba realizar tareas de su ministerio.
JUAN ERA UN GRAN HOMBRE DELANTE DEL SEÑOR PORQUE:
A) Era lleno del Espíritu Santo desde su nacimiento.
B) Estaba consagrado o apartado para Dios.
C) Vendría primero delante del Señor con el Espíritu y el poder de Elías.
JUAN VINO PARA DESEMPEÑAR LA SIGUIENTE TAREA:
A) Hacer que muchos israelitas se vuelvan al Señor su Dios.
B) Reconciliar a los padres con sus hijos.
C) Guiar a los desobedientes a la sabiduría de los justos.
D) Preparar un pueblo bien dispuesto para recibir al Señor.
Juan y Elías tenían en común la circunstancia de haber llegado en momentos de crisis, sequía espiritual y bajas condiciones morales. Elías hizo milagros, Juan predicó con su separación y consagración demostrada con su presencia y actitud. Como está escrito en Mateo 3:4 “La ropa de Juan estaba hecha de pelo de camello. Llevaba puesto un cinturón de cuero y se alimentaba de langostas y miel silvestre”.
Cuando Zacarías fue informado de las características de su hijo y de la excepcionalidad de su persona también afloró la duda en su naturaleza humana. Seguramente las condiciones naturales de su salud, debido a su edad avanzada, y la esterilidad de su esposa Elisabet eran barreras importantes para su fe.
Zacarías le dijo al ángel: “¿Cómo podré estar seguro de esto? Es el eterno problema de las personas que tienen un encuentro con lo sobrenatural, con lo alto, que escapa a la comprensión racional del ser humano. La duda está siempre presente como un acto reflejo. Estas dudas son el escollo principal en el desarrollo de todo cristiano. Las dudas son el obstáculo principal en el camino de los que siguen a Dios. Son nuestro principal enemigo a vencer.
En Marcos 9:24 está escrito: ¡Sí creo!… ¡Ayúdame en mi poca fe! También a Sara le pasó lo mismo cuando un ángel le anunció que en su vejez tendría un hijo. El hombre está tan acostumbrado a bajos estándares de fe que cuando tiene un encuentro con lo eterno, excelente, sagrado y poderoso, no puede menos que dejar aflorar su incredulidad. En la versión bíblica de Reina Valera 95 dice: “Creo ayuda mi incredulidad”.
Evidentemente Zacarías, a pesar de conocer las Sagradas Escrituras, no tuvo en cuenta los antecedentes ilustres de Abraham y Sara, de Isaac y Rebeca y de Ana, la madre de Samuel.
Por su vacilación en creer las palabras del ángel Gabriel, le fue dada una señal de confirmación del mensaje: estaría mudo y sordo hasta que se cumpliese la promesa del nacimiento de su hijo.
ANUNCIO DEL NACIMIENTO DEL SEÑOR JESUCRISTO Lucas 1: 26-38
Seis meses después de la visión de Zacarías, el ángel Gabriel vuelve a visitar la tierra, fue en Nazaret (reverdeciendo, vástago), pequeño pueblo de Galilea, cuyo nombre significa “torre de vigía”, “atalaya”, “circulo”, “compromiso” porque está sobre la encrucijada de importantes caminos de Norte a Sur y de Este a Oeste, situado en un alto valle entre las colinas meridionales de la sierra del Líbano.
Sucedió en la casa de una joven virgen comprometida para casarse con José, un varón de Dios. ¡Salve María! Tú has recibido el favor de Dios. (En griego: kecharitomene) que significa “hija de gracia” o “fuente de gracia” o “muy favorecida”, “hermosa princesa”. Este fue el sorprendente saludo de Gabriel a la joven virgen en su nueva aparición.
La anterior palabra “salve” fue traducida en la primera versión latina como “Ave” de allí el tan conocido saludo, especialmente entre los católicos: ¡Ave María!
MENSAJE DE GABRIEL A MARÍA
a) El Espíritu Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con su sombra.
b) Le pondrás por nombre Jesús.
c) El Señor le dará el trono de su padre David.
d) Reinará sobre el pueblo de Jacob para siempre.
e) Su reinado no tendrá fin.
PROFECÍA DE Isaías 9:6
El ángel Gabriel comunicó a María como sería la conexión más portentosa y milagrosa que se haya producido jamás, semejante al soplo de vida que Dios había posado en las narices de Adán. Le dijo que mediante la acción de la persona del Espíritu Santo sobre ella de una manera tan suave como una sombra entre Dios y el hombre (María), se produciría el puente necesario. El único camino que habría hacia la vida.
José sería informado también, en sueños, que lo que en ella era engendrado del Espíritu Santo era (Mateo 1:20).
El nombre Jesús es la forma griega del hebreo Josué que significa “el Señor salva”. En Mateo 1:11 se aclara: “porque El salvará a su pueblo de sus pecados”.
El ángel Gabriel le comunicó a María el embarazo de su parienta Elisabet como una confirmación del poder de Dios para intervenir en el nacimiento de sus hijos y para alentar la fe en la joven virgen terminó diciéndole: “Porque para Dios no hay nada imposible”.
El anuncio del ángel Gabriel constituye tal vez el anuncio más importante de la historia, nada menos que el anuncio de la venida de aquel que era la promesa tan esperada por su pueblo, a quien llamaban los profetas “la esperanza de Israel”, el Salvador del Mundo.
MARIA VISITA A ELISABET Lucas 1: 39-56
Seguramente al tener noticias por el mismo ángel Gabriel que Elisabet esperaba un hijo a pesar de su esterilidad, María decidió visitar a su parienta, quien tal vez era la única persona en la tierra que comprendería su misión, su estado y su ánimo entre la duda, la fe, y la excitación que estaba sucediendo en la joven virgen, por el magno acontecimiento que estaba viviendo.
Su entusiasmo hizo que a los pocos días de haber tenido su encuentro con Gabriel, saliera con rapidez a entrevistar a su parienta. María y Elisabet eran ambas descendientes de Aarón, el primer sumo sacerdote de Israel. La referencia “a su padre David” significa que María también era descendiente del rey David, el gran rey de Israel.
La visita fue al hogar de Elisabet y Zacarías, en una aldea de las montañas de Judá, que corren de norte a sur, probablemente la localidad de Hebrón.
Elisabet había estado recluida por cinco meses y al finalizar estos, recibió la visita de María que acudía al único lugar en el mundo donde podría ser comprendida y alentada en su fe y expectativa.
Cuando María saludó a Elisabet, la criatura que tenía en su vientre saltó. Elisabet llena del Espíritu Santo, pudo entender la naturaleza divina del Hijo de Dios que llegaba en María y pronunció las palabras de bendición más conocidas del mundo: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! Elisabet también le explicó a María que el niño en su vientre saltó de alegría.
Esto viene muy a cuento para que se sepa que el momento del comienzo de la vida de las personas no es meramente cuando salen de la matriz, sino en el de la concepción, ya que Juan, antes de nacer, experimentó alegría, sin ver, pero su alma se estremeció de gozo al saber que había llegado, también en el vientre de su madre, aquel a quien debía anunciar.
Elisabet experimentó una confirmación y fortificación de su fe, además de lo mejor que puede tener el ser humano, que es la presencia viva de Dios en su misma persona. La llenura de la presencia de Dios por el Espíritu Santo fue tal, que inmediatamente profetizó.
El acto de profetizar bajo la unción del Espíritu Santo no es meramente para predecir cosas que sucederán en el tiempo futuro o declarar lo que es desconocido. En 1 Corintios capítulo 14, se nos dice claramente que todos debemos sobre todo profetizar, porque el que profetiza lo hace, seguramente bajo la dirección del Espíritu de Dios, para edificar, animar y consolar a las personas.
Esto mismo sucedió con María, su visita a Elisabet no fue en vano ya que mediante las palabras de Elisabet, fue edificada, animada y consolada.
La edificación provino de la confirmación a María de que en las profundidades de su ser tenía al Señor, ya que Elisabet le dijo ¿”Cómo es esto que la madre de mi Señor venga a verme”? La animación fue con las palabras “¡Dichosa tú que has creído!” y la consolación cuando le expresó: “lo que el Señor te ha dicho se cumplirá”.
La visita de María duró tres meses, justo hasta la fecha del nacimiento de Juan. Esta visita no fue casual, la mutua ayuda entre la mujer del sacerdote y la joven virgen fue uno de los acontecimientos más notables en la coordinación de las características de las personas y sus tiempos, producida por el Espíritu de Dios antes del nacimiento de las dos criaturas, que anunciadas por ángeles, demostrarían las buenas noticias de la buena voluntad de Dios a favor de los hombres.
NACE EL PRECURSOR Lucas 1:57–66
La visita de María a Elisabet fue hasta que nació Juan. Según la costumbre judía, a los ocho días era el momento de la circuncisión, (Levítico 12:3) circunstancia en la que se ponía el nombre al hijo que había nacido. También era costumbre general muy aceptada, que al hijo primogénito se le diera el nombre del Padre, El padre tenía la obligación de dar el nombre del hijo. El hecho de que Dios lo hiciera era una señal de que estaba tomando al niño bajo su responsabilidad. así que llamó la atención cuando Elisabet dijo que su nombre sería Juan. Al ser consultado Zacarías, que había quedado sordo y mudo, este confirmó el nombre de Juan para sorpresa de todos, que sabían que no había habido ninguna comunicación entre ambos por asuntos del nombre.
Esto agregado a las circunstancias extraordinarias de su nacimiento, como ser la imposibilidad de Elisabet de dar a luz, por la edad y también por su esterilidad, motivó aún más a los familiares y personas que veían en este nacimiento algo tan fuera de lo común que todos se hacían la pregunta: ¿Qué llegará a ser este niño?
La pregunta sobre el nombre a Zacarías le fue hecha en una tablilla de madera, instrumento usado frecuentemente y que consistía en una tabla cubierta con cera donde se escribía con un punzón de metal.
Zacarías debió responder e inmediatamente después de escribir en la tablilla recibió el habla y el oído, como una confirmación de lo que el ángel le había dicho en el anuncio y también por su obediencia al dar al niño el nombre que le había sido dado por Gabriel.
Termina este párrafo con una confirmación de la mirada y protección de Dios sobre aquellos que han sido llamados a cumplir con una misión especial desde antes de su nacimiento. Bendición y beneficio que también está a favor de aquellos que son herederos de una salvación muy grande como dice en Hebreos capítulo 2.
Como dijimos el nombre Juan significa “el don de la gracia de Dios”
PROFECÍA DE ZACARIAS Lucas 1:67–79
Zacarías, lleno del Espíritu Santo profetizó. La única manera de profetizar es en El Espíritu Santo. Cuando alguien entra en la dimensión de Dios de manera que está lleno del Espíritu Santo, entonces todo se transforma y dice cosas de otras magnitudes, de las magnitudes de Dios.
Sabemos que Dios excede el espacio y el tiempo y que no hay magnitud de ningún tipo que pueda incorporar su grandeza.
Cuando un hijo de Dios, por su vida, por el interés del Reino de Dios o por el motivo que sea es lleno del Espíritu Santo, incorpora en sí mismo, por la fe, las magnitudes de Dios, que exceden el espacio y tiempo, porque Dios mismo vive en él. Pablo llegó a decir en Gálatas 2:20
Volviendo al Canto de Zacarías, este es el segundo himno en el libro de Lucas, también conocido como “Benedictus” inspirado seguramente en la primera palabra: Bendito. Podemos dividirlo en tres partes: La primera es una ofrenda de alabanza a Dios por el envío de un poderoso salvador de la casa de David, la inspiración divina en Zacarías nos dice con claridad los motivos de la venida del Hijo de Dios.
La segunda parte de este himno está dirigido por Zacarías a su hijo Juan a causa de la gran tarea que tiene por delante y que detalla el objetivo de la venida de Juan, esencialmente para venir delante del Señor, para prepararle el camino y dar a conocer al pueblo la salvación.
Zacarías termina su himno volviendo a hablar de los motivos de la venida del mismo Hijo de Dios, pero en la última parte Zacarías, inspirado por el Espíritu Santo, del cual estaba lleno, nos da unas palabras poéticas difíciles de igualar por cualquier poeta común, ya que nos dice algo muy especial y sublime. En los versículos 78 y 79, que deben estar siempre en nosotros enmarcados como un tesoro poético muy valioso, la especial declaración del motivo de Dios al enviarnos a su Hijo el Señor Jesucristo:
“Así nos visitará desde el cielo el sol naciente, para dar luz a los que viven en tinieblas, en la más terrible oscuridad, para guiar nuestros pasos por la senda de la paz”.
Esta sublime declaración concuerda maravillosamente con Apocalipsis 22:17 donde la Biblia nos da las últimas palabras escritas, que son declaraciones del mismo Señor Jesucristo en el cual nos da a conocer su nombre: “Yo soy la raíz y la descendencia de David, la brillante estrella de la mañana”.
Así que, resumiendo, el “Benedictus” tiene tres etapas: La misión del Señor Jesucristo, luego la misión de Juan y termina completando el propósito de la venida del Señor Jesucristo.
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